Acero inoxidable en joyería: de material industrial a icono de la moda
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Hubo un tiempo en que el acero inoxidable no brillaba en los escaparates, sino en los talleres. Nacido a principios del siglo XX, gracias a la intuición de metalurgistas como Harry Brearley, fue el campeón de la resistencia: sin óxido, sin manchas, listo para soportar las condiciones más extremas.
Cuchillos, instrumentos quirúrgicos, componentes navales: este era su reino. ¿Elegancia? Ausente.
Luego, a partir de los años setenta, algo cambió. La moda comenzó a coquetear con la estética industrial, y un metal tan brillante e indomable no podía pasar desapercibido. Relojes de acero comenzaron a asomar en las muñecas de quienes contaban, gracias a marcas como Rolex y Tag Heuer, transformando un material “duro” en un símbolo de prestigio.
¿Su encanto? Un brillo que no se apaga y la capacidad de resistir arañazos y oxidación.
En los años ochenta y noventa, diseñadores audaces comenzaron a esculpir el acero inoxidable en collares, anillos y pulseras. El metal frío se calentaba al contacto con la piel, contando una nueva historia: la de un lujo accesible, sin renunciar a la personalidad.
Y así, llegamos a nuestros días. El acero inoxidable se ha convertido en una elección de estilo, amado tanto por jóvenes creativos como por grandes marcas de moda. Es hipoalergénico, ecológico y democrático: un material que se presta tanto a un look minimalista como a creaciones atrevidas.